Y con su sangre estampa en la pared de su celda «Viva la Internacional Comunista»  

   

 

«Nos informan el director del centro penal que anoche los reos fueron distribuidos en sus celdas donde se les mantenía vigilancia estrecha. Se observó en Wainwright un estado de sobre excitación nerviosa bastante marcado, en su ánimo se mostraban visiblemente alteraciones, ello hizo que se le pusiera un retén de vigilancia en el primer callejón, en cuya celda número 21 permanecía. A todos los reos, incluso a Wainwright, se le registró por tres veces cuidadosamente y se tomaron todas las precauciones que con ellos siempre se habían tenido. A las cuatro de la madrugada se supo del suceso, por los gritos que se escucharon salir de su celda número 21. Inmediatamente el director del centro penal y otros jefes del cuerpo, se constituyeron en el lugar y encontraron a Wainwright manando sangre de una herida que se había inferido en el brazo izquierdo; la hemorragia parecía incontenible, y pronto se llamó al médico del centro doctor Ramiro Herrera, y al practicante, quienes le hicieron la primera curación. Se le aplicaron 500 gramos de suero fisiológico y una inyección de alcanfor que provocaron la reacción del herido. Cuando entraron a la celda, Wainwright gritó vivas al Soviet y a la revolución social. Intentó suicidarse, como lo hemos dicho, en la celda número 21: con su propia sangre el reo escribió sobre la pared: “viva la I. C.” y estampó una mano ensangrentada. En la pared opuesta otra mano. En el piso se ve un charco de sangre, así como manchas en otras partes de la pared. Sobre la sangre había cigarrillos tigre y extra king y fósforos. Luego se sacó a Wainwright  de la celda número 21 y se le trasladó a la celda número 7 del mismo callejón donde se situó una cama. Ahí lo siguieron atendiendo el médico y el practicante; después de la primera intervención facultativa se notó visible mejoría que de tal manera hablaba con lucimiento y perfección.

 
   

 

Se comprobó inmediatamente que la herida se la causó con una hoja de gillete que llevaba escondida dentro de la suela de unos de sus zapatos, de modo que no pudo ser observada por los guardianes que lo registraron con minuciosidad las tres veces.

Nos informan que a las seis de la mañana llegó el auditor de guerra a notificar la sentencia de muerte a Wainwright, y al entrar aquel funcionario a la celda juntamente con el jefe del centro penal y otras personas,el reo todavía gritó vivas al Soviet y a la revolución social. Despues de esa notificación, se le dejó siempre en custodia, en la misma celda número 7, bajo la atención del practicante»*.

*Esta nota corresponde a «Wainwright quiso suicidarse en el interior de su celda», El Imparcial, 15 de febrero de 1932, pp. 1, 8.

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Esta información la puede encontrar en:

Lealtad y rebeldía. La vida de Juan Pablo Wainwright, Rina Villars, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 2010.