La codicia: consejera de Colón  

   

 

EL RECLAMO DE LA REGIA CANTIDAD de diez mil maravedís anuales provocó la pérdida de credibilidad del Almirante: fue Rodrigo de Triana quien divisó tierra, pero la recompensa la cobró Cristóbal Colón.

La tripulación embarcó en el crepúsculo del 2 de agosto de 1492 —coincidiendo con la prórroga de salida de los judíos del reino de Castilla—, pero zarpó al amanecer del viernes 3 de agosto.

Cuando las carabelas salieron, tenían suficiente trigo, garbanzos, lentejas, quesos, ajos, cebolla, carne de cerdo, pescado salado y garrafones de agua y vino.

En su Diario de a bordo Colón escribió que salieron de la barra de Saltés a las ocho horas. Navegaron hasta Canarias, pero antes de llegar La Pinta sufrió una avería, atribuida a un supuesto sabotaje. Fue hasta el domingo 12 de agosto que pudieron salir las tres naves desde La Gomera, puerto de San Sebastián.

El 9 de septiembre, cuando habían pasado cuarenta días, los viajeros comenzaron a alborotarse. Colón decidió contar menos leguas de las que habían avanzado, para que se calmaran.

Aunque falso, el primer indicio de que la tierra estaba cerca lo tuvieron el 14 de agosto los tripulantes de La Niña, que vieron una especie de junco o yerba flotando, y dos aves que se apartaban de la tierra a unas 25 leguas.

Desde el 20 de septiembre, cuando el vino ya se había convertido en vinagre, las señales aparecían y desaparecían. El 7 de octubre los de La Niña, que se habían adelantado a La Pinta y a la Santa María, creyeron haber visto tierra e izaron la bandera.

Es entonces cuando Martín Alonso Pinzón aconsejó a Colón cambiar el rumbo de navegación, porque algunos amenazaban con amotinarse. Los hermanos Pinzón calmaban a sus hombres y, el 10 de octubre, Colón dijo a su tripulación que si en tres días no encontraban las Indias, se regresarían.

Aun con la angustia de perecer en el mar, todos soñaban con el premio ofrecido por los reyes: 10 mil maravedís. Colón agregó otra prebenda para quien viese tierra: un jubón de seda (traje de lujo en aquella época).

Por fin, en la madrugada del viernes 12 de octubre, el marinero Juan Rodríguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, gritó a todo pulmón: «¡Tierra, Tierra!». Había ganado el premio, una pensión vitalicia, por lo que ya no tendría que trabajar ni exponer su vida en la mar.

Pero, «alegrón de burro»… el premio se lo disputaría nada más y nada menos que Cristóbal Colón, quien escribió en su diario que a las diez de la noche, desde el castillo de popa de la Santa María, vio una luz y llamó a Pero Gutiérrez y al veedor Rodrigo Sánchez de Segovia, que no llegaron a tiempo para ver «una candelita que se alzaba y levantaba».

 
   

 

Cuando el sol salió con mas ímpetu, el Almirante, flanqueado de los hermanos Pinzón, Martín y Vicente, se acercó en una barca hasta una de las isletas llamada Guanahani, con la bandera de los reyes, y los Pinzón con otras banderas verdes con las iniciales F e I. En nombre de los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, Cristóbal Colón tomó posesión de la isla; el escribano y el veedor real dieron fe y testimonio de la ceremonia.

El 12 de octubre se produce el encuentro de los europeos con los habitantes de la isla. La codicia brilla en los ojos garzos de Colón cuando observa que algunos nativos «traían un pedazuelo de oro colgado de la nariz»… Por señas pregunta si hay más metal, y los hombres desnudos le indican que al sur de la isla hay más. Empieza a canjear baratijas por oro.

El 14 de octubre los hombres, que según los nativos habían caído del cielo, exploran la zona en el batel de la Santa María y las barcas de las carabelas. Eran más sencillas las canoas de los lugareños, que no salían de su asombro y les mostraban las islas vecinas.

Colón bautizó Guanahani como San Salvador; a la segunda que llegaron, Santa María de la Concepción (cayo Rum); otra más extensa y llana fue bautizada como Fernandina. En una de estas islas encontró a un aborigen que trasladaba unas hojas secas que olían bien: era tabaco. Pero él buscaba oro, así que no se interesó en la planta. A los cinco días, Colón empezó a llamar indios a los hospitalarios habitantes, porque creía haber llegado a la India oriental.

El 19 de octubre, guiado por los indios, encontró otra isla de vegetación verde con agradable olor y agua transparente, a la que nombró Isabela. A otra más extensa Cibao (Cuba) la llamó Juana, en honor a una de las hijas de sus protectores.

Colón cree que está cerca de Cipango y del reino del gran Khan, y el 2 de noviembre envía a un par de indios y a los españoles Rodrigo de Xerez y Luis de Torres a buscar al gran Kahn, mientras él bajaba a tierra.

El 3 de noviembre descubrió una cantidad de aborígenes que dormían en redes hiladas (hamacas). No encontraba canela y nuez moscada, pero sí algunas perlas y oro.

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Esta información la puede encontrar en:

Crónicas y reportajes históricos, Blanca Moreno, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 2017.