Obra Escogida de Ramón Rosa, con introducción, selección y notas de Marcos Carías, fue el primer libro publicado con el sello de la Editorial Guaymuras en 1980, una iniciativa cultural a la que muy pocos vaticinaban larga vida, a juzgar por las dificultades del entorno.
Pero después vino Una función con móbiles y tentetiesos de Marcos Carías; y Lucha Ideológica y Organización Sindical en Honduras de Mario Posas; y Centroamérica: la crisis del viejo orden de Guillermo Molina Chocano; y Los Negros Caribes de Honduras de Ruy Galvao; y Páginas de Lucha de Graciela García; y Política y Sociedad en Honduras de Víctor Meza y, en fin, centenares de títulos más de autores nacionales y extranjeros que, a lo largo de estos años, han contribuido a perfilar el rostro multifacético de la bibliografía hondureña.
Los antecedentes de este proyecto editorial, ahora con vida propia, hay que buscarlos en todos aquéllos intentos, muchas veces frustrados, de valientes personas y agrupaciones, de autores e impresores, que se lanzaban a la hermosa aventura de publicar, aun a sabiendas de que Honduras no era un suelo fértil para cultivar la letra escrita.
La labor editorial, huérfana del apoyo oficial e institucional fue, desde finales del siglo XIX hasta muy adentrado el siglo XX, un quehacer más bien solitario de autores que, como Antonio R. Vallejo, Froylán Turcios, Medardo Mejía o Lucila Gamero, comprendieron que publicar era parte imprescindible de la tarea de escribir porque sin ésta no era posible la difusión de las ideas.
De ahí que muchos, como Rafael Heliodoro Valle, Ramón Amaya Amador o Paca Navas de Miralda, ante la aridez de estas tierras, se vieron obligados a publicar sus obras en otros países más acogedores para la creación literaria, con lo que la sociedad hondureña se perdió gran parte de la riqueza de sus mejores creadores.
La historia de las editoriales en Honduras, que aún está por escribirse, tendrá que dedicar un lugar de honor a Julio Andrade Yacamán (QEPD), el dueño de la Librería Atenea en San Pedro Sula quien, en la oscura década de los 60, arriesgaba su seguridad personal para brindar a los pocos lectores de la época lo más avanzado de la literatura y el pensamiento político y científico. Y, como si ello no bastara, arriesgó una fortuna personal —que no tenía—, para editar la voluminosa Historia de Honduras que escribía don Medardo Mejía.
Igualmente habrá que hacer un rastreo por la fecunda labor de la Imprenta Calderón en Tegucigalpa, la Imprenta Opinión en San Pedro Sula y muchos talleres litográficos más, que imprimieron libros de autores nacionales que aun ahora nos asombran por la nitidez de sus tipos, la corrección del lenguaje y la calidad de su encuadernación.
Después, en los 70, vendría Editorial Nuevo Continente, concebida y dirigida inicialmente por el poeta Oscar Acosta, con el apoyo de personas como doña Leticia de Oyuela. Muchos de esos textos, que aún habitan en las bibliotecas hondureñas, demuestran que Nuevo Continente sentó las bases de la profesionalización del quehacer editorial en nuestro país.
Todos estos esfuerzos que algunas personas califican, equivocadamente, de fracasados, no fueron más que los primeros pasos necesarios de pioneros que abrieron la brecha de la industria editorial en una sociedad semianalfabeta y atrasada, que se asomaba con asombro y timidez a la cultura escrita, la gran preservadora de la memoria de los pueblos
Los orígenes de Editorial Guaymuras
La idea de organizar una editorial independiente, que difundiera el pensamiento crítico y la cultura hondureña, nació en el Instituto Hondureño de Desarrollo (IHDER), una de las primeras organizaciones no gubernamentales en nuestro país.
A finales de la década de 1970, un equipo integrado por Gilberto Ríos, Allan Fajardo y Bert Beckman, un holandés que laboraba en el IHDER, se dio a la tarea de elaborar el proyecto. Gracias a las gestiones de Beckman, la propuesta fue acogida por la agencia holandesa de cooperación HIVOS, la cual aportó el capital inicial que hizo posible el desarrollo del programa de publicaciones de los primeros años.
A fin de poner en marcha el proyecto, el IHDER buscó a los escritores que en aquel entonces editaban la Revista Alcaraván de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH), lo cual explica por qué Alcaraván fue una de las primeras publicaciones de Guaymuras. La Editorial fue fundada el 1 de agosto de 1980 y su primer consejo editorial estuvo integrado por Hernán Antonio Bermúdez, Rigoberto Paredes y Roberto Castillo. Además de ellos, en el acta constitutiva se consignan los nombres de Bert Beckman, Eduardo Bahr, Pablo Portillo de Jesús,Roberto Cáceres y Miguel Ángel Flores.
Un papel muy importante en este periodo desempeñó el artista gráfico de origen chileno Edmundo Lobo, quien diseñó el logotipo que ya no se separaría de las publicaciones de Guaymuras e imprimió una nueva concepción estética a las portadas de los libros.
En 1982 asumió la dirección Gilberto Ríos quien, junto con Rosendo Antúnez —que desde 1981 era el administrador—, no sólo mantuvieron la institución en pie, sino que la consolidaron al establecer los pilares de su sostenibilidad: la imprenta y la librería.
En 1988 asumió la dirección Isolda Arita. Los desafíos continuaban, con la ventaja de que el clima político había mejorado, y la institución ya contaba con una identidad e imagen propias. Ahora se trataba de crecer y consolidarse a partir de las fortalezas creadas.
Es de recordar que Guaymuras nació en un momento histórico adverso para la libre circulación de las ideas, pues la doctrina de la seguridad nacional se aplicaba con crudeza. La vigilancia y la intimidación contra la institución y sus miembros se hacían sentir.
Por tal razón, nació bajo la figura jurídica de Sociedad Anónima, aunque nunca funcionó como tal. En la práctica siempre fue una institución de servicio público, sin fines de lucro y manejada por sus empleados, cuyos ingresos se reinvierten en producir nuevos libros. En la actualidad opera con personería jurídica de asociación civil, extendida por la Secretaría de Gobernación y Justicia, según resolución 966-2006.
Los autores, la otra mitad de Guaymuras
Los autores son el rostro vivo de una editorial, su carta de presentación, su material de trabajo. Es obvio que una editorial sin autores no tiene razón de ser, de la misma manera que una obra escrita cobra vida en el momento que es entregada al público en forma de libro.
Centenares de autores, nacionales y extranjeros, han publicado sus creaciones con Editorial Guaymuras, lo cual da cuenta de la diversidad de temas, estilos, visiones y enfoques que nutren su fondo editorial. El denominador común de esta pluralidad ha sido la calidad con que se ha contribuido al conocimiento de nuestros orígenes, nuestra realidad, nuestra forma de ser y de pensar.
Editorial Guaymuras ha tenido el honor de entregar a los lectores la poesía de Antonio José Rivas, Roberto Sosa, Juan Ramón Saravia y José González; los ensayos de Ventura Ramos, Helen Umaña, Leticia de Oyuela y Óscar Acosta; las investigaciones de Marvin Barahona, Atanasio Herranz, Alcides Hernández, Linda Newson, Rina Villars, Mario Ardón, Marcos Carías, Mario Argueta, Darío Euraque, Ramón Rivas, Jorge Amaya, Matías Funes, Isabel Pérez, Elizet Payne y muchos más que sería imposible mencionar en este espacio. También ha posibilitado que el público conozca la obra de talentosos narradores como Ramón Amaya Amador, Jorge Medina García, Manuel de Jesús Pineda, Rony Bonilla, Alexis Machuca o Teófilo Trejo.
Gracias a todos ellos es que Guaymuras puede ofrecer libros que hablan de los pueblos indígenas y garífuna, de las mujeres, de los obreros, de los campesinos, de los árabes y palestinos, de los judíos, del español que aquí hablamos, de la identidad nacional, de los eternamente enamorados, de los militares, de los dictadores, de los empresarios, de los migrantes y, en fin, de los constructores de nuestra historia.
Además, en 1991 y 1992 convocó al Primer y Segundo Concurso Nacional de Relato Testimonial, que dieron como resultado la elaboración de excelentes trabajos que, en su momento, fueron publicados. Estos concursos —que son una tarea pendiente a retomar—, permitieron difundir conmovedoras historias de luchadores populares, de buscadores de vida y de héroes anónimos, que demuestran la inexplorada riqueza narrativa de nuestra gente.
En síntesis, con su trabajo ininterrumpido desde 1980, esta Editorial ha contribuido a enriquecer el acervo bibliográfico nacional y ha demostrado que en Honduras también hay un sitio para los libros.