Campanas de oro y túnicas purpúreas: Rafael Heliodoro Valle |
Comenzaba el júbilo callejero de la Semana Santa, en la maravillosa ciudad de Comayagüela, con la procesión del Domingo de Ramos. Iba Jesús montado sobre una borriquita seguido de los doce apóstoles, en el esplendor del mediodía del zafiro, al son de una música que a mi alma infantil parecía caer del cielo. Túnicas azules, túnicas moradas, unas purpúreas, otras de color de amaranto, las de los apóstoles se adueñaban de mis retinas cándidas, en un vaivén de alucinación. |
Al bajar el mediodía lo subían a la cruz. ¿En dónde estaban las túnicas moradas y purpúreas? El padre Maradiaga decía las Siete Palabras desde el púlpito. Y sobre Jerusalén caían sombras, como en la proximidad de un terremoto. La Verónica se escondía en un rincón, mostrando tímidamente el paño en que se había impreso la faz del Hombre que más dulcemente ha sonreído sobre la Tierra. |
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